viernes, 12 de diciembre de 2014

Poder, enajenación y Alzheimer moral


El poder excesivo y el deterioro del principio y valores: Una equivalencia del Alzheimer moral

Introducción

Casi siempre se puede observar en la vida diaria, en el ámbito político o empresarial a gobernantes o altos ejecutivos que después de llegar a la cima de sus organización, la presidencia de un país o la gerencia general de una gran corporación pública o privada,  empiezan a ejercer un gobierno o dirección de manera autoritaria, ajena a los propósitos de la entidad a la que dirigen, errática y con resultados que evidencian la ausencia y no la presencia de un gobernante o líder empresarial.

¿Cuál es la explicación? Hay varias razones porque son varios los síntomas de la enajenación, aislamiento o anomia observada. Una de ellas, el aislamiento se explica porque el gobernante o ejecutivo  de alto nivel es rodeado por una plétora de sujetos inescrupulosos cuyos objetivos personales son totalmente opuestos o discrepantes con los del país o la empresa, pero que han descubierto debilidades del supuesto líder que son aprovechadas plenamente.

 El mal de Hubris, por el que la persona confunde la  realidad con sus fantasías, posibilita la actuación sesgada de los gobernantes  o altos ejecutivos, que al creerse el centro del universo, olvidan que el objetivo o justificación de la posición o cargo que ocupan es la marcha adecuada y el buen gobierno de una entidad, un país o una empresa. Es una especie de narcisismo exacerbado que aflora en circunstancias  de ejercicio absoluto del poder.

Otra explicación que también puede usarse, y por lo general  es incuestionable o no admite contraejemplo, es el Principio de Peter. Las personas que ocupan un puesto que está más allá de su nivel de competencia cometerán abiertamente errores y arbitrariedades que explican la incapacidad y falta de idoneidad para el cargo.

En algunas personas, por razones  genéticas, el Mal de Alzheimer es una situación fisiológica cruel y agresiva que lentamente deteriora las capacidades  básicas de las personas, sea para realizar actos cotidianos o elementales como vestirse, para recordar hechos o realizar  actividades mentales, entre otros problemas indeseables. En el caso de los  gobernantes o ejecutivos, la enajenación, el aislamiento y el deterioro de la calidad de sus decisiones se pueden considerar como un mal de “Alzheimer moral”.

Todas estas condiciones, presentes  en distinto grado, generan una obsolescencia  gradual  y por lo general sin retorno de la  capacidad de gobierno, nacional o empresarial, una degradación creciente de las capacidades inicialmente demostradas y que deberían ejercitarse plenamente para el beneficio de la entidad dirigida. En el gobierno, en algunos casos el fin es violento (Egipto, Libia), en otros casos por la enajenación total del aparato del poder, la situación se deteriora pero se mantiene en una sociedad decadente (Corea del Norte, Venezuela, Cuba). En las empresas, el resultado puede ser la quiebra de la empresa o el despido del ejecutivo. En todos estos casos se puede hablar de un Alzheimer moral creciente, que a diferencia del mal físico que es solo personal, éste es contagioso y se expande con la velocidad de una epidemia.

¿Cómo se configura esta degradación moral en los gobiernos o empresas?

Sugiero recordar el pasaje de la Biblia en el que el demonio, en pleno desierto, trata de tentar a Cristo ofreciéndole todo el poder del mundo a cambio de la sumisión y renuncia a la independencia moral. Cristo obviamente resiste la tentación porque no tenía las debilidades que caracterizan a una persona común. Entre las debilidades o fisuras en el carácter pueden estar la relación pasada con personajes o grupos  oscuros  e indeseables, la homosexualidad u otras obsesiones sexuales, la falta de carácter o definición conyugal, la adicción a las drogas u otras sustancias, entre otras cosas.

Los  sujetos que descubren esto hechos, como el demonio que intenta manipular a  Jesucristo, tratarán de convencer al gobernante o ejecutivo, y por lo general lo logran, de que ellos poseen la sabiduría y capacidad de control de la situación de modo que debe transferirles el poder, la libertad de gestión y decisión. Cuando lo logran, el gobernante o ejecutivo, es solo un fantoche o marioneta. Por supuesto, para asegurar su control y evitar la reacción o despertar del que ha sido tentado, acumulan pruebas (evidencias de todo tipo; fotografías videos, documentos y otros) que les permiten el chantaje.

Un ejemplo claro de este hecho fue el presidente peruano Alberto Fujimori, que demostró capacidad ejecutiva y efectividad en los primeros tiempos de su gobierno al evitar que le país cayera en el abismo creado por un gobierno anterior cuyo representante máximo era la expresión absoluta del mal de Hubris.  Cuando un diabólico asesor, Montesinos, entró  en escena, con más habilidad y astucia que el diablo mismo, pervirtió tanto a Fujimori y se mimetizó con él que al final no se sabía quién el tentador ni quien fue el tentado. La enajenación de la realidad y el cambio radical de objetivo transformaron a un incipiente líder en un oscuro ejecutor de actos desligados totalmente de los objetivos nacionales.

En las gráficas 1 y se muestra que aunque el fenómeno “natural” de degradación de la capacidad directiva  se presenta cuando existe permanencia en el poder por tiempo prolongado, este deterioro se acelera si existen  personas o grupos con intereses oscuros, que logran imponerse sobre el gobernante  o ejecutivo.




Podría hablarse de la obsolescencia  de la capacidad para ejercer correctamente y con eficacia el poder, y en situaciones donde el gobernante o ejecutivo es solo una sombra o caricatura de lo que debería ser como tal, el poder se  mantiene pero se usa indebidamente  o permite que aquellos que lo controlan al gobernante o ejecutivo, lo ejerzan arbitrariamente. Esta es la situación más común, por supuesto las más destructiva o dañina en todo sentido.

La gráfica 3 indica que si actúan de manera decidida aquellos que controlan al gobernante o ejecutivo, se supera rápidamente la línea de cordura en la que el  gobernante o ejecutivo, pueden ser autoritarios, pueden cometer errores pero aún las decisiones no son abiertamente nocivas para la organización, y existe la posibilidad de rectificación. Cuando se supera esa “línea de cordura”, no hay retroceso ni capacidad de rectificación o enmienda, simplemente se cae al abismo (moral, político, empresarial, financiero)

 

Hay que recordar que el mal de Hubris (o Hubry) que sufren los gobernantes o ejecutivos es una oportunidad única que se aprovecha íntegramente por los cortesanos para asumir el control. Y quien sufre del mal de Hubris (presidente, ministro, congresista, gerente general, gerente sectorial o cualquier alto cargo) es por lo general alguien con personalidad inestable y deficiente, con deficiencias intelectuales en muchos ámbitos, con un ignorancia abierta aunque no admitida, exceso de autosuficiencia, casi siempre sin tener los méritos personales y profesionales para ocupar el cargo, con temores y las debilidades personales señaladas antes.

Por ello, es recomendable la alternancia, el cambio periódico de gobernantes o ejecutivos, porque con ello se frena el avance hacia el deterioro, tal como se muestra en la gráfica 4. Por supuesto, lo ideal es que se evite la elección, reelección o nombramiento de gobernantes o ejecutivos que tienen la incapacidad potencial (mal de Hubris, Principio de Peter, debilidades y fisuras personales). Una sociedad u organización que los elige tiene vocación suicida o es masoquista.

 

Maquiavelo señalaba que el buen príncipe, para controlar la situación plenamente, debía  rodearse de personas que actuaran según sus designios y voluntad, mas no de aquellos que intentaran controlarlo a él. Si el príncipe no lograba o no podía ejercer este control, el gobierno (y obviamente el príncipe) estaban perdidos.

Conclusiones

En este caso, no hay receta  o consejo universal aplicable sino que en cada situación, los afectados deben cruzar los dedos o tocar madera para que en su país o empresa no surjan  estos individuos.

En el caso de los gobernantes, es claro que una población educada y con espíritu crítico puede elegir mejor. Es importante también el nivel del ethos nacional, el cual, puede  desarrollarse como lo demuestran países  como Singapur y Corea del Sur.

 A veces se califica  a los malos gobernantes o ejecutivos de maquiavélicos, pero si se lee El Príncipe, se verá que nada de esto es cierto para aquellos que son controlados o dominados por los subalternos que si son realmente maquiavélicos